sábado, 25 de junio de 2011

¿Porque debemos congregarnos?

“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.” (Hebreos 10:23-25).

Un miembro de una iglesia escribió una carta al editor de una revista cristiana, en la cual decía que no tenia ningún sentido ir a la iglesia cada domingo. “Yo he estado yendo por 30 años”, escribió, “y en ese tiempo he oído alrededor de 30,000 sermones. Pero puedo asegurarle que no recuerdo uno solo de ellos. Así que creo que estoy perdiendo mi tiempo en ir a la iglesia, y quizás deba emplearlo en algo más productivo.”
Esto creó una especie de controversia en la sección “Cartas al Editor”, y muchas personas comenzaron a escribir compartiendo sus opiniones al respecto. Esto continuó por varias semanas, hasta que alguien escribió la siguiente carta, la cual puso punto final a la discusión, “Yo he estado casado por 30 años. Durante ese tiempo, mi esposa ha cocinado unas 30,000 comidas. Pero, actualmente, yo no puedo recordar el menú completo de ni siquiera una de esas comidas. Sin embargo, yo sí puedo asegurarle que todas ellas me nutrieron y me dieron la fuerza que necesité cada día para hacer mi trabajo. Si mi esposa no me hubiera dado esas comidas, yo estaría físicamente muerto en estos momentos. De la misma manera si no hubiera ido a la iglesia a nutrirme, actualmente yo estaría espiritualmente muerto.”

Ciertamente una magnífica ilustración de la necesidad de congregarnos. El pasaje de hoy nos exhorta a hacerlo, con el fin de “estimularnos al amor y a las buenas obras.” La única manera de mantenernos firmes, sin fluctuar, en aquello que hemos creído es alimentando nuestras almas con la palabra de Dios y buscando su presencia en todo momento, ya sea a solas en nuestra habitación, o reunidos con un grupo de hermanos que persigan el mismo objetivo. La Biblia nos enseña que debemos establecer una relación con los demás creyentes, pues todos somos parte del cuerpo de Cristo y juntos tenemos una importante labor que llevar a cabo aquí en la tierra. Romanos 12:5 dice: “así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” Y Efesios 4:11-13 completa la idea de esta función: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Entonces estaremos listos para salir al mundo a “predicar el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

Cuando la iglesia de Cristo se reúne suceden cosas maravillosas. Hay un poder adicional que se manifiesta en ese grupo, según declaró Jesús enMateo 18:19-20: “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” En Hechos capítulo 2, la Biblia
nos narra la poderosa manifestación del Espíritu Santo el día de Pentecostés. Comienza de esta manera: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos...” Aquel grupo de hombres y mujeres habían permanecido reunidos en el aposento alto, perseverando en oración mientras esperaban que se llevara a cabo lo que Jesús les había prometido justo antes de ascender al cielo. Entonces el Espíritu Santo se presentó en medio de un fuerte estruendo y con lenguas de fuego, y todos ellos recibieron el poder del cual el Señor les había hablado.

La presencia de Dios se manifiesta de manera evidente
en toda reunión de sus hijos que desean alabarle. El Salmo 22:3 declara que Dios habita en medio de las alabanzas de su pueblo. Y el Salmo 133:1-3 dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna.” La dulce unción del Espíritu de Dios se derrama sobre aquellos que se unen en armonía a alabar y adorar a Dios.
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